La festividad, que es una tradición profundamente arraigada en la cultura dominicana, conmemora a la madre de Jesús en su advocación de la Altagracia, considerada mediadora entre Dios y los creyentes.
Un día de fe y gratitud
Desde tempranas horas, devotos como Karen Almeda, una joven haitiana, llegaron al Santuario Arquidiocesano Nuestra Señora de la Altagracia para agradecer los milagros recibidos. "He pedido hijos, empleo y un carro, y la Virgen me lo concedió. Este año he pedido mi casa", expresó emocionada.
Por su parte, Saturnina Alcántara, residente del barrio Aguas Dulce, compartió que su fe en la Virgen ha sido una constante desde su niñez. “Si pides con fe, la Virgen intercede por ti ante Dios”, afirmó.
Mercedes Sánchez, otra devota, narró cómo la Virgen sanó a su hijo de la depresión tras cumplir una promesa. "Lo llevé descalzo y vestido de blanco a la Basílica de Higüey, y la Virgen lo sanó", testificó entre lágrimas de alegría.
Un fervor que trasciende el tiempo
La Virgen de la Altagracia, también conocida como Nuestra Señora de la Altagracia, representa la unión de fe, cultura y tradición en la República Dominicana. Cada 21 de enero, un día no laborable en el país, miles de fieles abarrotan santuarios como la Basílica de Higüey y los templos de la Ciudad Colonial.
La festividad no es solo una fecha de celebración, sino un reflejo del profundo vínculo espiritual de los dominicanos con esta advocación mariana, a quien reconocen como guía y protectora en sus vidas cotidianas.
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