Las osamentas pudieran pertenecer a un antiguo cementerio que se encontraba cerca de la catedral Santiago Apostol.
El historiador y abogado Edwin Espinal Hernández sugiere que este descubrimiento respalda la información de Gaspar Arredondo Pichardo en su libro "Memoria de mi salida de la Isla de Santo Domingo el 28 de abril de 1805", que indica que, en esa época, el cementerio de la ciudad estaba frente a la iglesia parroquial, posiblemente cerca de la catedral actual.
Aunque no se encontraron esqueletos completos, el hallazgo consiste en pequeños fragmentos de huesos. La catedral ha sufrido intervenciones previas, lo que hace difícil determinar la cantidad de cuerpos encontrados. Los huesos más grandes fueron retirados y resguardados por la catedral.
Este descubrimiento arqueológico se considera significativo para reconstruir el pasado de la ciudad y proporciona información valiosa sobre la ubicación de antiguos cementerios y prácticas funerarias. Se espera que se realicen evaluaciones adicionales para comprender mejor la historia asociada con estos restos humanos.
Además, durante las excavaciones en la avenida Las Carreras para la construcción del monorriel, se encontraron estructuras de ladrillos que algunos historiadores sugieren podrían ser antiguos túneles. Sin embargo, otros argumentan que podrían ser ruinas antiguas de ladrillos relacionadas con el sistema de aguas pluviales de la ciudad en épocas anteriores.